martes, 28 de febrero de 2017

Cuaresma 2017: tu Cuaresma, mi Cuaresma.


      Nos disponemos a comenzar a vivir el tiempo de Cuaresma, que nos llevará hasta la conmemoración del misterio central de nuestra fe, la Muerte y Resurrección de Jesús. La Cuaresma es el camino que nos conduce de la oscuridad a la luz, pasando por la prueba de la cruz. Deseo compartir con todos los que nos siguen mi reflexión y mi experiencia personal de vivencia de este tiempo fuerte en la vida de la Iglesia desde tres aspecto:  la liturgia, la espiritualidad y la Palabra de Dios.

La liturgia:
     Comienza el segundo gran ciclo del Año Cristiano, el ciclo de la Resurrección, que tiene tres momentos: la preparación, tiempo de Cuaresma, la celebración, Triduo Pascual y Pascua, y la prolongación, Pentecostés. Comenzamos ahora a vivir y celebrar el primer momento de este ciclo, el tiempo de Cuaresma, que comienza con la celebración del Miércoles de Ceniza y termina el Sábado V de Cuaresma, víspera del Domingo de Ramos. Durante este tiempo litúrgico se omite el Gloria y el Aleluya en la celebración de la Eucaristía, desaparece de nuestros templos y lugares de culto las flores y otros elementos ornamentales, excepto en el Sagrario, se cierra la fuente bautismal hasta su bendición en la Vigilia Pascual y se retira el Cirio Pascual, que sólo estará presente en las celebraciones exequiales. Los ornamentos litúrgicos son de color morado durante este tiempo. Todos estos signos tienen como finalidad invitarnos a la austeridad y el recogimiento, que nos ayuda a poner nuestra vida delante de Dios sin que nada pueda distraernos en nuestro encuentro con él, y a tener una actitud de humildad que nos ayude a descubrirnos necesitados de Dios y de su perdón. Todos estos signos litúrgicos cuaresmales son sustituidos por la luz, las flores, los cantos de alegría y el color blanco en la Solemnidad de San José, el 19 de marzo.

La espiritualidad:
    La liturgia, además de que ha definido al Adviento como tiempo de esperanza, define a la Cuaresma como tiempo de conversión. Convertirse en cristiano no es transformarse en otra cosa, o dejar de ser quienes somos para convertirnos en otras personas. Convertirse en cristiano significa que nuestra vida se vaya pareciendo, cada vez más, a la vida de Dios. Cuando hablo de esto, me gusta poner siempre un ejemplo que ilustra siempre la idea de la conversión. Se trata del cartel del pasado Jubileo de la Misericordia, en el que aparece Jesús llevando a hombros a una persona, como el pastor que carga con su oveja. Sus rostros están muy juntos, tanto, que uno de los ojos de Jesús y uno de los ojos de la persona son el mismo ojo. Jesús y nosotros, nosotros y  Jesús, debemos tener la misma mirada, su vida y la nuestra deben estar en la misma sintonía. Eso es la conversión. A ella estamos llamados cada uno en nuestras vidas y en todos los momentos del año litúrgico, aunque la Iglesia nos invita a ella de una forma especial durante la Cuaresma. Para que pueda producirse en nosotros la experiencia de la conversión, primero tiene que producirse la experiencia del encuentro con Dios, y para ello, debemos dedicar algún tiempo a hacer silencio. No solo silencio físico, que también, sino a silenciar en nuestra vida todo aquello que pueda interrumpir, dificultar o impedir nuestra experiencia de encuentro con Dios y nuestra experiencia de conversión.
Para vivir nuestro encuentro con Dios en el silencio de nuestra vida, la Iglesia nos invita en la Cuaresma a fijarnos en Jesús, que al comienzo de su misión se retiró al desierto donde nada podía distraerlo, para encontrarse con Dios y escucharlo. Dice el Evangelio que permaneció allí durante 40 días. Aunque debemos tener en cuenta que en la Sagrada Escritura los números son siempre simbólicos, 40 significa un periodo de tiempo. Podemos decir por tanto, que vivir la Cuaresma es nuestro deseo de encontrarnos con Dios en el silencio, así como Jesús se retiró al desierto para encontrarse con él y permaneció allí durante un tiempo.
De nuestra experiencia con Dios nace necesariamente el deseo de conversión. El mismo Jesús nos indica como llevarla a cabo desde tres aspecto. Nuestra relación con Dios por medio de la oración, dedicando cada día un tiempo, o un poco más del que ya dedicamos, a dialogar con el Señor, intentando que nuestra oración sea en su mayor parte espontánea, brote del corazón y expresada con nuestras propias palabras, que por medio de fórmulas establecidas, memorizadas y repetidas, que sin dejar de estar bien, se convierten a veces más en un monólogo que un diálogo entre Dios y nosotros. Nuestra relación con nosotros mismo, por medio del sacrificio, al que Jesús llama ayuno, pero que abarca un amplio abanico de posibilidades de sacrificios que podemos hacer encaminados, sobre todo, encaminados a educarnos y frenarnos a nosotros mismos, y a mantenernos lo más alejados posible del pecado. Nuestra relación con los demás, por medio del compartir, que Jesús lo llama limosna, pero lo que podemos compartir con los demás va desde nuestras posibilidades materiales, nuestro tiempo, nuestro consejo, hasta una simple sonrisa. Conviene recordar que compartir significa partir con el otro, darle de lo mismo que tú tienes para ti, y no de lo que te sobra.
Recordemos la espiritualidad de la Cuaresma tiene como tarea ayudarnos a vivir nuestra tarea del encuentro con Dios en el silencio de nuestra vida, y a ayudarnos a realizar nuestra experiencia de conversión revisándonos a la luz de nuestra relación con Dios, con nosotros mismos y con los demás.

La Palabra de Dios:
     El itinerario que la Palabra de Dios nos propone para esta Cuaresma, del Ciclo A, comienza el Miércoles de Ceniza con la invitación al encuentro con Dios y a la conversión. El primer Domingo de la Cuaresma que nos recuerda que la realidad de la tentación con el pecado está presente cada día desde el comienzo hasta el final de nuestra vida, pero frente a esa realidad se sitúa también la del amor, la misericordia, la fortaleza y la gracia de Dios.  El segundo Domingo de Cuaresma se nos muestra el misterio de la Transfiguración, que pone ante nuestros ojos la gloria a la que estamos llamados y la advertencia de que esa gloria tiene que pasar necesariamente por el misterio de la Cruz. En los últimos tres domingos el Evangelio nos presenta una catequesis bautismal, la Cuaresma era el tiempo en el que los catecúmenos, los adultos que no habían sido bautizados, se preparaban para recibir el bautismo en la noche de la Pascua. Nosotros, los que ya estamos bautizados, nos preparamos para renovar esa noche nuestro bautismo. Durante esos tres domingos el Evangelio nos irá presentando los signos más importantes de nuestro bautismo: el agua y el espíritu, que son fuentes de nuestra vida, vida que estamos llamados a cuidar nosotros, y a comunicar a los demás la luz, signo de que estamos resucitados, que estamos llamados a acrecentar y a llevarla a los demás, y la Resurrección, que es la nueva vida de los hijos de Dios, que estamos llamados a vivir y a dar testimonio de ello.

    Te invito a vivir con intensidad y profundidad esta Cuaresma, que no sea la repetición anual de una serie de ritos, sino que verdaderamente sea nueva. Que la Cuaresma 2017 sea tu Cuaresma, mi Cuaresma.

Por Sofía Calderín.
Redactora de la Hoja Parroquial.

domingo, 26 de febrero de 2017

Evita, Pinito y Lalita, en el recuerdo de esta generación.

       Nos reunimos cada domingo con la expectativa de celebrar nuestra fe, poniendo en manos de Dios nuestras vidas. Él que todo lo puede, sabe como ayudarnos en nuestras limitaciones y preocupaciones.
       Por eso la Cuaresma es un tiempo de gracia. En él viviremos con intensidad la presencia de Dios para superar las dificultades del cada día, desde la oración, el ayuno y la penitencia nos marcamos en la frente con el signo de la Ceniza este querer andar juntos como Comunidad eclesial.
       Muchas ocasiones tendremos para vivir nuestra esperanza en Cristo, pero en nuestra parroquia lo haremos de forma singular en este mes pidiendo y agradeciendo por las muchas mujeres que en la historia han sido y siguen siendo fieles y han practicado esa fidelidad con una vida testimonial en Cristo. Ellas están en el recuerdo de esta generación, sus hijos y nietos viven y por eso a ellas dedicamos una de las puertas, las más sencilla del Templo, con el nombre de María, después la discípula amada Magdalena y finalmente Evita, Pinito y Lalita. Sintámonos servidos por ellas que con su hacer entraron por la puerta estrecha del Evangelio, sin protagonismo ni apariencias, ellas son nuestro ejemplo, y por eso damos gracias a Dios.

Elías F. Zaít León, párroco.
Presentación marzo 2017.

sábado, 25 de febrero de 2017

VIII Domingo del Tiempo Ordinario

     Las lecturas nos ponen delante de la providencia y la ternura de Dios. Fiel reflejo es el breve pero conmovedor pasaje de Isaías. En medio de la desgracia del destierro, la ciudad de Sión se siente desolada por el abandono de Dios. La respuesta de Dios se sitúa en el plano afectivo del amor incondicional de una madre que no puede olvidar al hijo de sus entrañas ni dejar de conmoverse (verbo raham: compasión entrañable). En esta clave emocional, el salmista desahoga su corazón en Dios, en quien puede reposar y descansar, es su esperanza, su roca y salvación. En el Evangelio, Jesús evoca este amor paternal de Dios. Continúa el discurso de la montaña mostrando algunas claves de la identidad del discípulo. Primero exhorta a servir sólo a Dios y no al dinero. Ambos son incompatibles, pues dar culto al dinero termina echando a Dios del corazón. En este sentido va la exhortación de Pablo a los corintios: ser servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. El cristiano ha de ser fiel al único Dios y Señor de su vida, a quien ha de rendir cuentas.

     En consecuencia, Jesús pide no agobiarse (6 veces) por las cosas materiales (comida y vestido). Los paganos o los de poca fe se afanan y preocupan por estas cosas, los creyentes, en cambio, han de empeñarse en buscar primeramente el reino de Dios y su justicia (su voluntad), todo lo demás les será dado. Jesús no quiere inducir a la irresponsabilidad y al sinsentido, sino establecer una correcta escala de valores y prioridades en sus discípulos. Además, hace una llamada a confiar en la providencia de Dios que cuida de sus criaturas. Si Dios lo hace con las más débiles e insignificantes, cuanto más lo hará con sus hijos.

     Les dejamos el enlace de las lecturas y un video del Evangelio.




martes, 21 de febrero de 2017

Puerta de la Mujer 2017


Ya tenemos cartel...

Uno de los actos más ilusionantes de la Parroquia este año, la bendición de la PUERTA DE LA MUJER.

Próximo 8 de marzo, Día de la Mujer, a las 19:00 horas.

Cartel realizado por Jose García.

En acción de gracias por sus vidas...

lunes, 20 de febrero de 2017

Mensaje del Santo Padre Francisco para la Cuaresma 2017

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO
PARA LA CUARESMA 2017

La Palabra es un don. El otro es un don

Queridos hermanos y hermanas:

La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar (cf. Homilía, 8 enero 2016).
La Cuaresma es un tiempo propicio para intensificar la vida del espíritu a través de los medios santos que la Iglesia nos ofrece: el ayuno, la oración y la limosna. En la base de todo está la Palabra de Dios, que en este tiempo se nos invita a escuchar y a meditar con mayor frecuencia. En concreto, quisiera centrarme aquí en la parábola del hombre rico y el pobre Lázaro (cf. Lc 16,19-31). Dejémonos guiar por este relato tan significativo, que nos da la clave para entender cómo hemos de comportarnos para alcanzar la verdadera felicidad y la vida eterna, exhortándonos a una sincera conversión.

1. El otro es un don

La parábola comienza presentando a los dos personajes principales, pero el pobre es el que viene descrito con más detalle: él se encuentra en una situación desesperada y no tiene fuerza ni para levantarse, está echado a la puerta del rico y come las migajas que caen de su mesa, tiene llagas por todo el cuerpo y los perros vienen a lamérselas (cf. vv. 20-21). El cuadro es sombrío, y el hombre degradado y humillado.
La escena resulta aún más dramática si consideramos que el pobre se llama Lázaro: un nombre repleto de promesas, que significa literalmente «Dios ayuda». Este no es un personaje anónimo, tiene rasgos precisos y se presenta como alguien con una historia personal. Mientras que para el rico es como si fuera invisible, para nosotros es alguien conocido y casi familiar, tiene un rostro; y, como tal, es un don, un tesoro de valor incalculable, un ser querido, amado, recordado por Dios, aunque su condición concreta sea la de un desecho humano (cf. Homilía, 8 enero 2016).
Lázaro nos enseña que el otro es un don. La justa relación con las personas consiste en reconocer con gratitud su valor. Incluso el pobre en la puerta del rico, no es una carga molesta, sino una llamada a convertirse y a cambiar de vida. La primera invitación que nos hace esta parábola es la de abrir la puerta de nuestro corazón al otro, porque cada persona es un don, sea vecino nuestro o un pobre desconocido. La Cuaresma es un tiempo propicio para abrir la puerta a cualquier necesitado y reconocer en él o en ella el rostro de Cristo. Cada uno de nosotros los encontramos en nuestro camino. Cada vida que encontramos es un don y merece acogida, respeto y amor. La Palabra de Dios nos ayuda a abrir los ojos para acoger la vida y amarla, sobre todo cuando es débil. Pero para hacer esto hay que tomar en serio también lo que el Evangelio nos revela acerca del hombre rico.

2. El pecado nos ciega

La parábola es despiadada al mostrar las contradicciones en las que se encuentra el rico (cf. v. 19). Este personaje, al contrario que el pobre Lázaro, no tiene un nombre, se le califica sólo como «rico». Su opulencia se manifiesta en la ropa que viste, de un lujo exagerado. La púrpura, en efecto, era muy valiosa, más que la plata y el oro, y por eso estaba reservada a las divinidades (cf. Jr 10,9) y a los reyes (cf. Jc 8,26). La tela era de un lino especial que contribuía a dar al aspecto un carácter casi sagrado. Por tanto, la riqueza de este hombre es excesiva, también porque la exhibía de manera habitual todos los días: «Banqueteaba espléndidamente cada día» (v. 19). En él se vislumbra de forma patente la corrupción del pecado, que se realiza en tres momentos sucesivos: el amor al dinero, la vanidad y la soberbia (cf. Homilía, 20 septiembre 2013).
El apóstol Pablo dice que «la codicia es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico (cf. Exh. ap. Evangelii gaudium, 55). En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz.
La parábola nos muestra cómo la codicia del rico lo hace vanidoso. Su personalidad se desarrolla en la apariencia, en hacer ver a los demás lo que él se puede permitir. Pero la apariencia esconde un vacío interior. Su vida está prisionera de la exterioridad, de la dimensión más superficial y efímera de la existencia (cf. ibíd., 62).
El peldaño más bajo de esta decadencia moral es la soberbia. El hombre rico se viste como si fuera un rey, simula las maneras de un dios, olvidando que es simplemente un mortal. Para el hombre corrompido por el amor a las riquezas, no existe otra cosa que el propio yo, y por eso las personas que están a su alrededor no merecen su atención. El fruto del apego al dinero es una especie de ceguera: el rico no ve al pobre hambriento, llagado y postrado en su humillación.
Cuando miramos a este personaje, se entiende por qué el Evangelio condena con tanta claridad el amor al dinero: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24).

3. La Palabra es un don

El Evangelio del rico y el pobre Lázaro nos ayuda a prepararnos bien para la Pascua que se acerca. La liturgia del Miércoles de Ceniza nos invita a vivir una experiencia semejante a la que el rico ha vivido de manera muy dramática. El sacerdote, mientras impone la ceniza en la cabeza, dice las siguientes palabras: «Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás». El rico y el pobre, en efecto, mueren, y la parte principal de la parábola se desarrolla en el más allá. Los dos personajes descubren de repente que «sin nada vinimos al mundo, y sin nada nos iremos de él» (1 Tm 6,7).
También nuestra mirada se dirige al más allá, donde el rico mantiene un diálogo con Abraham, al que llama «padre» (Lc 16,24.27), demostrando que pertenece al pueblo de Dios. Este aspecto hace que su vida sea todavía más contradictoria, ya que hasta ahora no se había dicho nada de su relación con Dios. En efecto, en su vida no había lugar para Dios, siendo él mismo su único dios.
El rico sólo reconoce a Lázaro en medio de los tormentos de la otra vida, y quiere que sea el pobre quien le alivie su sufrimiento con un poco de agua. Los gestos que se piden a Lázaro son semejantes a los que el rico hubiera tenido que hacer y nunca realizó. Abraham, sin embargo, le explica: «Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces» (v. 25). En el más allá se restablece una cierta equidad y los males de la vida se equilibran con los bienes.
La parábola se prolonga, y de esta manera su mensaje se dirige a todos los cristianos. En efecto, el rico, cuyos hermanos todavía viven, pide a Abraham que les envíe a Lázaro para advertirles; pero Abraham le responde: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen» (v. 29). Y, frente a la objeción del rico, añade: «Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto» (v. 31).
De esta manera se descubre el verdadero problema del rico: la raíz de sus males está en no prestar oído a la Palabra de Dios; esto es lo que le llevó a no amar ya a Dios y por tanto a despreciar al prójimo. La Palabra de Dios es una fuerza viva, capaz de suscitar la conversión del corazón de los hombres y orientar nuevamente a Dios. Cerrar el corazón al don de Dios que habla tiene como efecto cerrar el corazón al don del hermano.
Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma es el tiempo propicio para renovarse en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, en los sacramentos y en el prójimo. El Señor ―que en los cuarenta días que pasó en el desierto venció los engaños del Tentador― nos muestra el camino a seguir. Que el Espíritu Santo nos guíe a realizar un verdadero camino de conversión, para redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir a Cristo presente en los hermanos necesitados. Animo a todos los fieles a que manifiesten también esta renovación espiritual participando en las campañas de Cuaresma que muchas organizaciones de la Iglesia promueven en distintas partes del mundo para que aumente la cultura del encuentro en la única familia humana. Oremos unos por otros para que, participando de la victoria de Cristo, sepamos abrir nuestras puertas a los débiles y a los pobres. Entonces viviremos y daremos un testimonio pleno de la alegría de la Pascua.

Vaticano, 18 de octubre de 2016
Fiesta de san Lucas Evangelista
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Francisco

sábado, 18 de febrero de 2017

VII Domingo del Tiempo Ordinario

     Aun siendo la santidad la cualidad esencial de Dios, que lo define y expresa su identidad frente a las criaturas, el pueblo de Israel es invitado a participar de ella. En el Levítico, tal invitación a imitar el modo de ser de Dios combina pureza ritual con rectitud moral, de manera que afecta a todas las dimensiones de la existencia.
     En el ámbito de la ética, el amor al prójimo (Lv 19,18) es el arquetipo de la imitación divina. Éste se concreta en primer lugar en la exclusión del odio al hermano (Lv 19,17) y en la exhortación a la corrección fraterna (Lv 19,17) como expresión de amor dentro del pueblo de Dios en el que repercute el pecado de cualquiera de sus miembros. Pasa por la supresión de la venganza (Lv 19,18) y llega a su culmen en las sorprendentes exigencias de Jesús (Mt 5,38-42) en una escala ascendente que culmina con el amor a los enemigos (Mt 5,44), fundada en el principio de que Dios no considera enemigo a nadie, sino que se comporta como Padre de todos, de manera que lo característico del que es hijo de Dios es amar como ama el Padre.

     Les dejamos un enlace con las lecturas y un video del Evangelio.




sábado, 11 de febrero de 2017

VI Domingo del Tiempo Ordinario

     Celebramos un nuevo domingo del Tiempo Ordinario. El libro del Eclesiástico nos retrata la libertad humana como un don divino. Dios, por amor, nos ha creado libres, capaces de decir sí o no, de aceptar o no su voluntad, pero no le concedió a nadie el permiso a pecar; por consiguiente sólo el hombre es el responsable de sus acciones. Dios le indica al hombre un sendero a seguir para conseguir la felicidad: la Ley mosaica, y hoy el Salmo 118 alaba al que elige caminar según la voluntad del Señor, es decir, que actúa según lo que Dios ordena.
    El cumplimiento de la Ley es por tanto el camino para agradar a Dios y conseguir la salvación. En el Evangelio, Jesús declara que él no ha venido a abolir esta Ley, sino a darle cumplimiento, es decir, a llevarla a una perfección que va más allá del sólo cumplir normas externas. En oposición a la interpretación casuística de los fariseos que habían convertido la Ley en la ley de cumplir sólo lo imprescindible, Jesús propone una interpretación interior fundada en el amor concreto al prójimo. A través de Jesús, Dios muestra de modo definitivo cómo deben comportarse los hombres entre ellos, en concreto: los conflictos con el prójimo (21-26), la actitud hacia la mujer (27-32), y en la relación a la verdad (33-37). Jesús no impone una nueva ley, sino una nueva jerarquía de valores: toda tendencia a la hostilidad, de deseos sexuales o de búsqueda de provecho personal a través del engaño, debe desaparecer. El comportamiento humano ha de estar al servicio de la fraternidad con el prójimo.
    La alusión figurada a arrancarse un ojo o cortarse la mano refiere la firme resolución con la que se debe actuar con respecto a la propuesta de Jesús
   
   Les dejamos el enlace con las lecturas y un video del Evangelio.


viernes, 10 de febrero de 2017

"Estuve enfermo..."

     Al final del Sermón de la Montaña, Jesús habla del juicio de Dios, el juicio del amor al que todos seremos llamados, seremos juzgados desde la misericordia de Dios, pero también en el amor que hayamos sido capaces de dar. Jesús va enumerando una serie de acciones que la Iglesia junto con otra las ha llamado Obras de Misericordia. La Iglesia divide estas Obras en: Espirituales y Corporales. Las Espirituales son: Enseñar al que no sabe, Dar buen consejo al que lo necesita, Corregir al que se equivoca, Perdonar al que nos ofende, Consolar al triste, Sufrir con paciencia los defectos del prójimo y Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos. Y las Corporales son: Visitar a los enfermos, Dar de comer al hambriento, Dar de beber al sediento, Dar posada al peregrino, Vestir al desnudo, Visitar a los presos y Enterrar a los difuntos.

     Estas obras son solo un ejemplo de las numerosas que podemos hacer para vivir y transmitir la Misericordia de Dios. El Evangelio de San Mateo presenta así esa última parte del Sermón de la Montaña (Mt 25, 31-46):
"31 Y cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria y todos los santos ángeles con él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria. 32 Y serán reunidas delante de él todas las naciones; entonces apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos. 33 Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a la izquierda. 34 Entonces el Rey dirá a los que estén a su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
35 Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; 36 estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; estuve en la cárcel, y vinisteis a mí. 37 Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te sustentamos?, ¿o sediento y te dimos de beber? 38 ¿Y cuándo te vimos forastero y te recogimos?, ¿o desnudo y te cubrimos? 39 ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?
40 Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos, mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. 41 Entonces dirá también a los que estén a la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. 42 Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; 43 fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis. 44 Entonces también ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o forastero, o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te servimos? 45 Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo que en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis. 46 E irán estos al tormento eterno, y los justos a la vida eterna."

    Quiero centrar mi reflexión y compartir con todos los que nos siguen mi experiencia personal, de vivencia, de una de esas Obras de Misericordia, Visitar a los enfermos, a lo que la Iglesia nombra de esta forma, pero que en realidad tiene un contenido, un sentido y un significado mucho más profundo. Desde mañana, 11 de febrero, Fiesta de Ntra. Sra. de Lourdes, la madre de los enfermos, hasta el próximo 21 de mayo, VI Domingo de Pascua, la Pascua del Enfermo, la Iglesia dedicará estas semanas a reflexionar, a ayudar a tomar conciencia y a orar con mayor intensidad, en torno a la realidad de los enfermos, a través de la Pastoral de la Salud, en España con el lema: "Salud para ti, salud para tu casa" (1 Sam 25, 6).

     Desde hace algunos años estoy plenamente inmersa en el mundo del enfermo. A partir de un determinado momento, visitar a conocidos enfermos en hospitales, clínicas o en sus propios domicilios, e incluso acudir yo misma al hospital a la consulta de algún especialista, comenzó a tener para mi un sentido muy diferente al que hasta el momento había tenido, la simple visita por cortesía o como fruto de mi vivencia de la fe. Desde entonces, empecé a darme cuenta de que mis momentos junto al enfermo no podían quedar reducido solo a permanecer sentada frente a su cama durante un breve tiempo, o en  la sala de un hospital como una simple espectadora de lo que allí ocurría. Empecé a sentir la necesidad de formar parte de ello de forma activa. En esa necesidad reconocí que lo que sentía no era solo la simpatía por una actividad que me podría servir como medio para ganarme la vida, sino que era mucho más que eso, una vocación, una llamada de Dios. Es verdad que en ese servicio Dios me estaba regalando también un medio de vida, pero me regalaba, sobre todo, la oportunidad de ser el puente y el camino que le acercara a él como buen samaritano a la cama del enfermo, y que acercara al enfermo, al que es, salud, consuelo y esperanza.
En ese momento, cuando comenté en mi casa que quería ser cuidadora de enfermos, mi familia no lo entendió ni lo aceptó, al contrario. Entonces decidí dejar pasar un tiempo sabiendo, que si era verdaderamente una llamada de Dios como yo creía que había sentido, él pondría los medios para que yo pudiera llevar a cabo la misión que me estaba pidiendo. Después de unos pocos meses sin volver a mencionar el tema en mi casa, de forma inesperada, me ofrecieron mi primer servicio, y de forma más inesperada todavía, en mi casa lo tomaron de una manera más natural.
De los años que llevo realizando este servicio, y de entre las muchas cosas buenas que he podido vivir y aprender en él, destaco dos: en primer lugar, todos los enfermos, desde el más leve hasta el más grave, sea cual sea su raza, religión o nivel cultural, son siempre una escuela, una fuente inagotable de sabiduría; en segundo lugar, tengo la oportunidad de, además de en la misa, poder acercarme al Calvario a consolar a Jesús crucificado, en la cama del enfermo. Además de todo esto, tengo que mencionar la experiencia con los sanitarios, el resto del personal de los centros en los que he trabajado, y por supuesto, con las familias de los enfermos, que en mi caso ha sido siempre una experiencia gratificante y enriquecedora de respeto y agradecimiento mutuo.
     No quiero acabar este testimonio personal sin subrayar, para que quede bien claro, que el servicio que realizo en el mundo den enfermo es, y ha sido siempre para mi, una vocación. Es verdad que en él he encontrado también un modo para ganarme la vida, pero he encontrado ante todo, una llamada de Dios a realizar un servicio, en el que lo menos importante para mi, por no decir lo que no importa, es el tiempo y el dinero. Lo realmente importante son las personas a las que atiendo y en las que veo cada día el rostro de Jesús. Digo esto, porque no hace mucho tiempo, dos personas que dicen ser mis amigos me dijeron que lo que yo realizo no puede considerarse un servicio, sino un trabajo ya que pagan por ello. La misma Palabra de Dios nos enseña que el sustento hay que ganarlo trabajando, y que todo el que trabaja merece su salario. La clave está en lo que nos motiva a hacer  nuestro trabajo, si es solo el interés material, o es el amor y la misericordia que Dios ha tenido con nosotros para enseñarnos a tenerla con los demás. La diferencia entre trabajar y servir con nuestro trabajo está en el amor con que lo hagamos.
    Durante estas semanas, te invito a tener presente a todos los enfermos, a los tuyos y a los que no conoces, a las familias, a los cuidadores, al personal sanitario y a los servicios de Pastoral Vocacional y de Salud, que son la luz, el consuelo y la esperanza de Dios por medio de su Iglesia.

Sofía Calderín.
Redactora de la Hoja Parroquial.

    

lunes, 6 de febrero de 2017

Jornada Mundial del Enfermo 2017



     El 11 de febrero con el lema “Salud para ti, salud para tu casa” (1 Sam. 25,6), la Campaña del Enfermo de este año nos abre al amplio significado de Salud. Nos ofrece una visión amplia, no sólo porque la enfermedad y la salud son multidimensionales (física, psíquica, emocional, social y espiritual) sino porque sobre ambas tiene una gran incidencia el medio ambiente. Éste es a la vez fuente de salud y de enfermedad y esta capacidad, en gran parte, está en relación directa con el hacer del ser humano.

     Cuidar la tierra es cuidar a las personas. Todo el engranaje económico, social, ambiental, etc., que tenemos y vivimos hoy en nuestro mundo, nos interpela a todos y de una forma u otra todos somos hacedores de él. La Iglesia se plantea una respuesta a esta realidad ambiental y cósmica, ofreciendo una reflexión encaminada a ayudarnos a cambiar la mirada y las actitudes, a sentirnos parte integrante de nuestro planeta y a no desligar el cuidado del medio ambiente del cuidado fundamental que, como cristianos, debemos tener con “el otro”. Sabemos que, como suele suceder, las peores consecuencias las sufren los más desfavorecidos, los más pobres, aquellos que menos recursos y posibilidades tienen en cualquier rincón de nuestro mundo.

     “Nada hay separado” y ninguna de nuestras acciones son neutras, todo tiene su influencia en el bienestar o malestar del otro, incluida la tierra y los seres que la habitan. Por lo tanto todo tiene su influencia sobre la Salud (entendida desde su significado amplio y unificador). El papa Francisco emplea la expresión “casa común”. Cuidar la Salud y el porvenir de nuestra casa común es tarea fundamental de cada uno de nosotros y en esto estamos embarcados todos, más allá de nuestros credos y filosofías de vida. Nos motiva a ponernos en pie y enrolarnos en las múltiples iniciativas que estén a nuestro alcance. 


domingo, 5 de febrero de 2017

Campaña 58 de Manos Unidas


     Manos Unidas es la Asociación de la Iglesia Católica en España para la promoción y el desarrollo de los países más empobrecidos. Desde su fundación en 1960 trabaja para acabar con la escandalosa lacra del hambre en el mundo.

    Como denuncia la FAO, a pesar de que se produce lo suficiente para alimentar a casi el doble de la población mundial actual, todavía sigue habiendo casi 800 millones de personas que no pueden comer, a las que se niega el derecho fundamental a alimentarse. Según el Informe del Programa Mundial de Alimentos (2015), el hambre representa el mayor riesgo para la salud en el mundo, porque mata a más personas cada año que el sida, la malaria y la tuberculosis juntos. Supone el mayor atentado contra la dignidad de las personas.
    
     El fundamento de la lucha contra el hambre, que Manos Unidas comparte también con otros actores de la sociedad civil, radica en la defensa efectiva del derecho a la alimentación para todas las personas. En este sentido, la Organización trabaja: 
- Acompañando procesos de gobernabilidad democrática para exigir políticas favorables a una alimentación adecuada. 
- Apoyando proyectos de seguridad y soberanía alimentaria, compatibles con la sostenibilidad medioambiental. 
- Participando en la denuncia de mecanismos que provocan o mantienen el hambre en el mundo.

     El hambre es un problema social con implicaciones éticas que exigen una respuesta decidida, tanto a nivel de Estados como a nivel internacional; respuesta que desde Manos Unidas se articula adecuadamente en torno a principios como la solidaridad, la defensa del bien común, la opción por los pobres y el reconocimiento del destino universal de los bienes.

     Esta Campaña de Manos Unidas, fundamentada en la dignidad de las personas y su derecho a la alimentación, se concreta en tres compromisos:

- COMPROMISO CON UNA COSECHA DE ALIMENTOS PARA EL CONSUMO HUMANO, NO PARA LA ESPECULACIÓN. 
El propósito es hacer ver que los alimentos han dejado de ser comida para saciar el hambre de las personas, para convertirse en un activo financiero más con el que muchos inversionistas pueden especular para ganar dinero. Manos Unidas denuncia la especulación con el precio de los alimentos; sensibilizar y capacitar sobre la producción diversificada; crear sistemas de almacenamiento y conservación de alimentos y gestionar los excedentes a nivel local. 

- COMPROMISO CON UNA COSECHA RESPETUOSA CON EL MEDIOAMBIENTE. 
Promover un consumo y producción sostenibles en torno a la agricultura familiar. Manos Unidas pretende sensibilizar a la población sobre nuestro alto nivel de consumo que refuerza modelos agroindustriales con consecuencias medioambientales; y capacitar a las comunidades sobre técnicas de mejora de la productividad agrícola compatible con la sostenibilidad medioambiental y de conservación de las cosechas. 

- COMPROMISO CON UN APROVECHAMIENTO RIGUROSO DE LOS ALIMENTOS QUE EVITE LA PÉRDIDA Y DESPERDICIO DE ALIMENTOS. 
Promover un sistema alimentario que permita un aprovechamiento integral de la producción, evitando la pérdida y desperdicio de alimentos. Para ello, apoyando prácticas agrícolas adecuadas de cosecha, de transformación, de transporte y conservación; denunciando la realidad de la pérdida y desperdicio de alimentos y sus consecuencias éticas, económicas y de contaminación; fomentando un consumo responsable y una vida más solidaria y sostenible mediante un cambio de hábitos de compra y consumo.

     En 2017 plantemos cara al hambre con nuestro compromiso: compromiso con una concepción de los alimentos como comida para seres humanos y no como negocio; compromiso con una agricultura sostenible y compromiso con un aprovechamiento integral de la producción que evite la pérdida y desperdicio de alimentos. Porque, como dice el lema de la Campaña de este año:
EL MUNDO NO NECESITA MÁS COMIDA, NECESITA MÁS GENTE COMPROMETIDA.

Toda la información y el material en: http://www.manosunidas.org/comprometete
La campaña en las Parroquias se llevarán a cabo el 12 de febrero de 2017.


sábado, 4 de febrero de 2017

V Domingo del Tiempo Ordinario

     Celebramos el V Domingo del Tiempo Ordinario y Mateo había acabado el Evangelio del domingo pasado (Mt 5,1-12) declarando bienaventurados a los discípulos («vosotros») que eran perseguidos y calumniados. A ellos también se les dice, en el Evangelio de hoy, que son la sal de la tierra y la luz del mundo. Así pues, Dios aprecia a aquellos que son despreciados por causa de Jesús. Pero el don de este reconocimiento divino, única gloria que los creyentes deberían buscar, es también tarea misionera. Ellos son sal invitados a dar sabor y son luz emplazados a iluminar. Ahora bien, dicha tarea misionera no es una cuestión sin importancia. El creyente se juega la salvación en el ejercicio de su misión: si la sal se vuelve sosa, será «arrojada» al suelo y «pisada», verbos que evocan el juicio divino negativo.
     Por otro lado, las imágenes de la sal y la luz sugieren que los creyentes deben abrirse a los demás. Ni la sal ni la luz son productivas por sí mismas: la sal condimenta la comida, la luz ilumina las cosas. Del mismo modo, los discípulos no existen para sí, sino para la tierra. Dar sabor e iluminar son expresión de las «buenas obras» de los fi eles, por las que los hombres darán gloria al Padre del cielo.       En conclusión, la actuación moral del cristiano alberga una motivación esencialmente misionera: el ejercicio de las buenas obras llevará al no creyente a reconocer al Padre del cielo. La gloria de Dios, por lo tanto, es el fi n supremo de la vida. Así lo reza la tradición ignaciana: «todo a la mayor gloria de Dios»

   Les dejamos el enlace de la Palabra de Dios de este domingo y un video del Evangelio.


miércoles, 1 de febrero de 2017

Febrero requiere un espíritu de servicio, trabajo y participación.

     Venimos con el sabor agradable de las fiestas cristianas de la Navidad. Han sido memorables todos los acontecimientos vividos, desde la construcción del trabajoso y elocuente Belén, hasta la restitución de la nueva puerta dedicada a la mujer pasando por el día celebrado de san Sebastián nuestro copatrono y las buenas nuevas de nuestros niños de catequesis.

     No cabe duda que todo ello significó un trabajo arduo de muchos, donde se aprecia ya el deseo de hacer y servir en comunidad, de vivir en cristiano nuestras fiestas y sobre todo de participar fervientemente en la liturgia.

     Este mes de febrero requiere un espíritu similar, por un lado debe ya ponerse por escrito las cuestiones que se nos han pedido desde la Vicaría General para trabajar por sectores la revisión pastoral. Por otra parte, el seguir creciendo en la caridad como la propuesta de acudir en ayuda de los refugiados sirios gracias a la comunidad Claretiana que gestionó a través de sus jóvenes la recogida de alimentos no perecederos, ropa y abrigo, hizo una vez más elocuente nuestra generosidad.

     En esa línea, Manos Unidas, en la campaña anual de luchar contra el hambre nos ofrecen datos y cifras que nos debe llevar a la reflexión. Se nos ha asignado como arciprestazgo y como parroquia distintos proyectos a los que ayudar. Proyectos en Sudán del Sur (África) en la promoción de la paz, Delhi (India) en la atención a niños de barrios marginados y en el Estado de Bihar (India), un Centro de salud.

     Celebremos estas cosas y otras muchas que como Iglesia diocesana nos fortalece y nos hace vivir en un mismo sentir y un mismo corazón.

Elías Francisco Zaít León, párroco.