domingo, 29 de septiembre de 2024

XXVI Domingo del Tiempo Ordinario

   Durante este tiempo de crecimiento en el conocimiento, el amor y el servicio a Dios y a nuestros hermanos, se nos invita a examinar las motivaciones que influencian nuestras vidas. La salvación viene de Dios, no de nosotros. El Espíritu del Dios vivo no se puede limitar a esfuerzos humanos. Él trabaja dónde y cuándo quiere. Es tarea nuestra discernir, a través de la oración, qué quiere Él de nosotros.
   La primera lectura narra la instalación de los setenta ancianos, los ayudantes de Moisés. Ellos recibieron el Espíritu de Dios y profetizaron. Otros dos que no eran parte del grupo recibieron también el mismo don del Espíritu. Pongan atención a la generosa actitud de Moisés que deseaba ver distribuido el don del Espíritu en todos. Uno de los más fuertes y duros pasajes de toda la Biblia contra los ricos de este mundo lo encontramos en esta carta del Apóstol Santiago. El está contra el abuso del poder y de la riqueza. Las riquezas, si se guardan o se acumulan por propósitos egoístas corrompen la vida del Espíritu. Hemos visto en las lecturas anteriores que el Espíritu de Dios trabaja donde quiera. Jesús decía a sus discípulos que hay otras maneras de estar a su favor y deben ser respetadas. El que no está contra Jesús está a su favor. También Cristo invitaba a evitar el escándalo: el ajeno y el propio. “¡Ojalá todo el pueblo del Señor fuera profeta!”.

   Les dejamos un enlace con las lecturas y un video del Evangelio.




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