sábado, 16 de septiembre de 2017

Domingo XXIV del Tiempo Ordinario

    En el Evangelio escuchamos hoy varias cifras: siete, setenta veces siete, cien, diez mil. La pregunta que se encara es: ¿hay un límite para el perdón? Pedro pregunta a Jesús por la medida del perdón y le presenta una propuesta generosa, perdonar siete veces, número de la perfección. Pero Jesús va más allá del perdón «perfecto», apropiado o justo. El maestro lo invita a un perdón «infinito», ilimitado y desmedido: setenta veces siete. Este número es tomado de Génesis 4,24. Era una historia antigua sobre la venganza: si los asesinos de Caín serían vengados siete veces, los de Lámec, setenta veces siete. Ahora Jesús invierte el uso del número y lo que se cuantifica no es la venganza, sino la clemencia: el perdón gratuito es la nueva marca del cristiano.
    Jesús justifica su enseñanza con una parábola que recuerda que, por mucho que el hombre perdone a su semejante (en la parábola, los siervos), se tiene que sentir agradecido por el perdón siempre mayor de Dios (el rey). Con fi na psicología, Jesús desactiva la objeción de todo aquel a quien le cuesta perdonar: «No es justo, ese no se merece mi perdón». Jesús muestra que, si entramos en cálculos sobre justicia y méritos, Dios nos gana siempre, pues si el Rey nos ha perdonado una suma inmensa de pecados (diez mil talentos era una barbaridad; la suma que encontró Pompeyo cuando tomó el templo de Jerusalén fueron dos mil talentos: cf. 2 Mac 14,72); si Dios nos ha perdonado tanto, qué menos que nosotros perdonemos a nuestro semejante aquello que él no nos puede pagar.   
    Así también enseñaba el Sirácida en la primera lectura: «Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor?». Dios es el garante del perdón, no nos quedemos cortos con nuestro hermano.

    Les dejamos el enlace con las lecturas y un video del Evangelio.


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