sábado, 8 de octubre de 2016

XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario

    Celebramos el XXVIII Domingo del Tiempo Ordinario y las lecturas presentan la universalidad de la fuerza sanadora de la Palabra de Dios y de los distintos modos de acoger este don. En la primera lectura, un leproso pagano, Naaman el sirio, acude al Jordán a bañarse guiado por la palabra de Eliseo, hombre de Dios. Al curarse, regresó a dar gracias al profeta y confesar que no hay Dios fuera del de Israel. Eliseo no acepta regalos pues es un humilde siervo de Dios. La porción de tierra que Naaman quiere llevar consigo es signo de la santidad del único Dios verdadero, al que desde ese momento llevará en su vida y oración. 
    El pasaje del Evangelio, también se sitúa en frontera de tierras consideradas paganas. En esta ocasión diez leprosos piden a Jesús su compasión. Gritan desde lejos, como manda la ley. Y Jesús los envía al sacerdote para que así sean reintegrados socialmente al comprobarse su curación (cf. Lv 14). Ellos obedecen (signo de fe) y quedan curados en el camino. Pero su reacción es diversa: solo uno vuelve inmediatamente para dar gracias al Señor. Ahora sus gritos son de alabanza a Dios, y, ya sí, se acerca a Jesús para postrarse a sus pies reconociendo quién lo ha curado. Este era un samaritano, considerado extranjero marginado. Al volver junto al Señor recibe algo más de la curación física, experimentar la salvación y el horizonte de vida nueva que da Jesús. 
    La misión del apóstol Pablo testimonia esta universalidad de la salvación. El invita a hacer siempre memoria (presencia viva) de Jesucristo, el Señor Resucitado, cuya fidelidad nos hace partícipes de su vida y su Reino. Este es el Evangelio que siempre ha predicado y, aunque él haya sufrido las cadenas, la palabra de Dios no está encadenada y su fuerza seguirá llevando a todos la salvación.

    Les dejamos el enlace de las lecturas del día y un video del Evangelio.



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