La bellísima página que hoy leeremos en el evangelio ha sido calificado como "el corazón" del mismo. Muestra la bondad sin recortes, la misericordia completa, el amor desproporcionado… Muestra a Dios como es: un padre amante. Muchas veces nos hemos colocado, seguramente, en la figura de los hijos, o bien el alocado que se fue de casa y derrochó para regresar abatido o bien el hijo mayor que se quedó en sus faenas pero manteniéndose en la arrogancia contra el menor e incluso contra su padre. Pasamos por alto, seguramente, que la misión de todo cristiano es ser como el padre, capaces de acoger a los alejados, de amar más allá de nuestro resentimiento si acaso lo tuviéramos. No es fácil reconocernos pecadores y emprender el camino de vuelta a Dios, confesando que hemos fracasado alejándonos de Él. Pero tampoco es fácil que actuemos como el padre, porque nosotros seguramente habríamos llenado de reproches al pobre muchacho: "yo sabía que esto te iba a pasar…". Qué hermoso camino cuaresmal es regresar a la casa paterna. Y qué hermosa tarea pascual la de acoger al que viene deshecho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario