sábado, 27 de octubre de 2018

XXX Domingo del Tiempo Ordinario

       El milagro del ciego de Jericó es como un evangelio en miniatura, pues comprende fe, proclamación, encuentro personal con Jesús, súplica, liberación y seguimiento de Jesús. Con la colación de este milagro, que supone el paso de la ceguera a la visión y de las tinieblas a la luz, después del tercer anuncio que hace Jesús de su pasión y justo antes de emprender la subida definitiva a Jerusalén, el evangelista quiere recalcar la necesidad perentoria de abrir los ojos del espíritu y contemplar con mirada de fe lo que va a ocurrir allí.
       Por eso, la fe no solo sana a Bartimeo, sino que le impulsa a seguir a Jesús convirtiéndolo en discípulo. El fuerte colorido bautismal del relato muestra un doble tránsito clave para los neófitos: el de la oscuridad a la luz y el de la inactividad al discipulado activo de Jesús. La nueva mirada contempla como itinerario necesario subir a Jerusalén, con la misma alegría de los repatriados de los que habla Jeremías (Jer 31,7), y libre de su ceguera percibe la cruz como instrumento de salvación y liberación total.

      Les dejamos el enlace con las lecturas y un video del Evangelio. 


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