sábado, 27 de enero de 2018

IV Domingo del Tiempo Ordinario

   Las lecturas muestran el valor y la fuerza de la palabra divina. En el pasaje del Deuteronomio, Moisés anuncia al pueblo la llegada de un profeta como él al que deberán escuchar cuando entren en la tierra. Dios se revelará por medio de él y dará a conocer sus designios. El texto marca, así, la importancia de los profetas y la necesidad de obedecer sus palabras, siempre que hablen lo que Dios les comunica y no según los propios intereses o los de dioses paganos. 
   El anuncio de Moisés reviste de autoridad a los profetas que Dios fue suscitando en su pueblo para guiarlo por sus caminos. Pero es Jesucristo el que da cumplimiento pleno a esta promesa. Él es también profeta, pero mucho más. No sólo es portador de la palabra de Dios, sino que tiene la misma esencia divina, “es” Palabra de Dios, viva y eficaz (cf. Heb 4,12). 
   Así lo refleja el relato del Evangelio de Marcos. Jesús demuestra la autoridad de su palabra, un sábado en la sinagoga de Cafarnaúm (tiempo y espacio sagrados). Su enseñanza cautiva pues se diferencia de la de los escribas. Esta autoridad nunca vista se ve corroborada con el signo que allí acontece. Jesús libera, con su palabra, a un hombre poseído. El espíritu inmundo grita con potencia revelando la identidad y misión de Jesús: es el Santo de Dios, que ha venido a destruir los espíritus malignos que se oponen al proyecto del Reino de Dios. Jesús lo manda callar y lo expulsa del interior del hombre. Los que estaban allí presentes quedaron asombrados y reconocen la autoridad misteriosa de esa palabra, que tiene fuerza para someter el mal. Ante tal realidad brota el anhelo del salmista invitando a escuchar esta voz del Señor y no endurecer el corazón a la palabra del Dios salvador.
   Por otro lado, este domingo, la Iglesia nos propone, a través de la Jornada de Infancia Misionera, que recordemos a los misioneros y su labor evangelizadora. Lo hacemos de la mano de unos magníficos misioneros –animados, alegres y siempre dispuestos a hablar y actuar–, como son los niños.
   El niño es misionero porque no tiene miedo y se sabe acompañado siempre por Dios. Y el niño nos
anima a los adultos a que no olvidemos que la evangelización es tarea universal del bautizado. 

   Les dejamos un enlace con las lecturas y un video del Evangelio.


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