sábado, 25 de marzo de 2017

IV Domingo de Cuaresma

     La liturgia de hoy pone el acento en otro de los signos del bautismo, el signo de la luz. La luz aparece en numerosos pasajes de la escritura representada en el fuego.
     Moisés descubrió la presencia de Dios en las llamas de una salsa que ardía sin consumirse. El Espíritu Santo vino sobre los apóstoles en forma de lenguas de fuego el día de Pentecostés. Pero sobre todo, el fuego es expresión de la luz de Jesús Resucitado. Por el bautismo pasamos de las tinieblas a la luz. Una luz, que en nuestro nombre, recibe nuestros padres y padrinos y se comprometen a hacerla crecer. Compromiso que adquirimos nosotros de forma personal por la Confirmación. La luz de Jesús Resucitado, está presente en nuestra vida desde el comienzo por el bautismo, el paso de las tinieblas a la luz, hasta el final, en nuestra despedida de este mundo, el paso hacia la luz que no se apaga.
     Repasando con calma la página del Evangelio, pidamos al Señor que nos conceda la gracia de recorrer nuestra vida iluminados por él. Que en nuestra oración personal, sobre todo en los momentos de pruebas o de dudas, sea la que le hizo el ciego "Señor que vea".
 
Les dejamos el enlace con las lecturas y un video del Evangelio.


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