sábado, 1 de octubre de 2016

XXVII Domingo del Tiempo Ordinario

   Celebramos este XXVII Domingo del Tiempo Ordinario en el que Lucas nos presenta el servicio de Cristo como el modelo del realizado por los ministros de la Iglesia.
   Inermes ante la magnitud de la tarea del perdón (Lc 17,3b-4), los apóstoles piden a Jesús un suplemento de fe, una dosis renovada de confianza en Dios. Pero, éste responde diciendo que no es necesaria tal añadidura, sino una fe viva y activa, el lado práctico de la fe. Tener fe es entrar en los dominios de Dios para quien todo es posible, comprendiendo que esta inmersión en el ámbito de la divino lleva siempre aparejada una misión. La parábola muestra que en este caso el cometido es doble: hacia el exterior, la evangelización del mundo, representada por el trabajo en los campos (Lc 17,7), y su complemento imprescindible que es la edificación de la comunidad, representada por las tareas en el interior de la casa (Lc 17,8).
   El quehacer se antoja arduo: la misión en un mundo que Habacuc retrata marcado por el dominio de la injusticia y el atropello del derecho (Hab 1,2-3). De ahí la necesidad de esa fe activa, para vivir sumergido en Dios, mediante, en palabras del apóstol, el carisma depositado en el creyente que, renovado día a día fortalece su espíritu para tan difícil labor (2Tim 1,6-7). La presencia del término ceñirse recuerda a Lc 12,37b, donde, en el banquete escatológico, es el propio Señor en persona el que se ciñe y asegura el servicio.

   Les dejamos el enlace con las lecturas de este domingo y un video del Evangelio.




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