de contrastes: un rico que ignora a un mendigo lleno de llagas que vive en su puerta, y después de la muerte de ambos hay una inversión en los destinos, al rico tormentos y al pobre alegría en el seno de
Abraham.
Lucas en su Evangelio nos transmite frecuentemente esta inversión que Dios provoca y, sobre todo, llama la atención sobre el apego a las riquezas. El relato del Rico y el pobre Lázaro no quiere ser tanto una geografía del más allá, sino de una llamada de atención a los que todavía no han muerto, previniéndoles de la dolorosa sorpresa que ya no tendrá vuelta atrás, pues habrá un abismo infranqueable (Lc 16,26). El rico, viendo que no puede enderezar su destino, lo intenta para con los suyos, que aún banquetean y viven de espaldas a los necesitados.
De fondo está el tema del egoísmo que impide vivir en plenitud la fe y caridad cristiana; no se trata sólo de no hacerle mal a nadie, sino de tratar a los otros como te gustaría que te tratasen y esto incluye el estar atento al pobre que está al lado de tu mesa que, por desgracia, tantas veces o marginamos o simplemente ignoramos.
La enseñanza de la parábola es clara: no debemos dejar que se establezca una separación entre nosotros y los pobres, debemos salir activamente a su encuentro, cuidar de ellos, preocuparnos por su bien.
Les dejamos el enlace con las lecturas de este domingo y un video del Evangelio:
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