El Evangelio nos acerca al cautivador capítulo 15 de San Lucas donde Jesús manifiesta el corazón entrañablemente misericordioso de Dios que se hace realidad en su propia acogida de los pecadores. Se contrapone su actitud con la de los fariseos y letrados, que murmuran. Para darles a entender su erróneo comportamiento, que no se corresponde con el de Dios, Jesús les proclama tres parábolas. En ellas se describe simétricamente la recuperación de algo perdido (la oveja, la moneda y el hijo menor: pecadores) y la alegría de quien lo recupera (el pastor, la mujer, el padre: Dios). La tercera rompe la simetría alargando la narración para presentar el recelo del hijo mayor que desenmascara la actitud de los fariseos y letrados. Ellos, y todo lector, quedan interpelados con las palabras finales del padre.
En la carta a Timoteo, el apóstol Pablo (él también fariseo), testimonia en una apasionada acción de gracias su profunda experiencia de esta misericordia de Dios y de Jesucristo. Su condición pecadora no fue obstáculo para que Dios, derrochando gracia y compasión, lo eligiera como predicador incansable de su misericordia.
Les dejamos el enlace con las lecturas y un video del Evangelio de este domingo.
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