martes, 8 de marzo de 2016

"Vestir al desnudo y dar de comer al hambriento".

     En nombre de mis compañeros de Cáritas  voy a explicar la a obra de misericordia: "Vestir al desnudo y dar de comer al hambriento", desde nuestra misión en Cáritas.
    Quiero mencionar "Apoyo Familiar", que es un proyecto que consiste en acompañar en su soledad  a personas que están carentes de este servicio.
     Esta obra de misericordia, está relacionada con mi experiencia en Cáritas. Tenemos la obligación moral y humana de luchar por los que sufren y padecen de cualquier necesidad.
     Es un compromiso para promover y transformar los corazones de la sociedad, sintiéndonos solidarios ante estos hermanos, que padecen injusticias y la falta de derechos, como no tener un trabajo digno.
     A lo largo de mi recorrido en Cáritas, y al conocer la situación de determinados casos en las acogidas y entrevistas, no es fácil digerir el sufrimiento de los beneficiarios, al sufrir alguna carencia: económica, ropa, alimentos... Es muy difícil de explicar  la vinculación que se siente hacia este sector, que inquieta a una parte de la sociedad. Somos frágiles y débiles y en ocasiones nos afecta algunos casos.
     En esta parroquia al igual que en otras, se dedica la colecta del primer domingo de cada mes para cubrir cualquier carencias de las que nombré anteriormente, e incluso recibos, hasta donde se puede, y dependiendo de lo extremo que se puede, y en la medida de nuestras posibilidades.
     Querer ser voluntario, no significa una preparación selecta; pero si es imprescindible ciertos sentimientos, virtudes y valores: bondad, prudencia, amor, humildad, respeto, etc. y  quienes carecen de ellos se encuentran desnudos. Todas son un compendio de la caridad. Sentimientos claros para desempeñar cualquier obra solidaria; al estar en juego las desigualdades, y la opresión que padece una parte de la sociedad, no solo a nivel europeo, también mundial.
     Tenemos la obligación de involucrarnos ante estas situaciones humillantes, denunciando y abriendo los corazones del poder, y trabajando por un mundo más justo y solidario, anteponiéndonos al silencio de quienes pueden dar una solución; y por supuesto, saliendo en defensa de los excluidos o desfavorecidos.
     Debemos participar, estar presentes y cercanos, a solucionar no solo los pobreza económica,que abarca todo el abanico mencionado anteriormente, sino lo espiritual, los valores, afecto, cariño, ternura, ser generoso, etc. que hay que cultivarlos.
     La oración puede unir los corazones e inspirar las conciencias de los más favorecidos y vulnerables, nuestros hermanos, que son los más privilegiados de la misericordia divina. Es lo único que nos viste y satisface ante esas desigualdades.
    Con la fe todo es más llevadero.
    Gracias a la Iglesia de los pobres, se están solucionando muchos problemas.

Por Loli Cabrera, miembro de Cáritas Parroquial. 

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