Hermanas y hermanos nos reunimos en nombre de Jesús que vino a dar la vida como Redentor. Se alejó de todo falso orgullo y de toda ambición mala. Nunca quiso fama ni sobresalir. No vendió su dignidad por nada: “El que quiera ser el primero entre vosotros, que se ponga el último; y el que quiera ser grande, que se haga servidor de todos”. Así debe ser entre nosotros: no han de darse privilegios ni preferencias. Ante Dios somos semejantes y hermanos. Y si alguien sobresale, que sea por ser sencillo y por servir a los demás.
El siervo de Dios es fiel hasta la muerte. Su entrega no ha sido inútil. Su sufrimiento ha resultado salvador. Este siervo prefigura la suerte de Jesús.
El sacerdocio de Jesús ha sido muy diferente del que se practicó en el Antiguo Testamento Jesús no perteneció a ninguna casta sacerdotal ni de privilegio alguno. Fue uno de tantos y sufrió en su propia carne tanto o más que cualquiera. Se ofreció a sí mismo. Su culto fue una vida obediente por completo a Dios Padre. Optó humanamente por servir, apurando el cáliz del sacrificio salvador. Juan y Santiago no habían entendido aún y eran ambiciosos, querían privilegios. Jesús, desde su experiencia les invita a ocupar los últimos puestos y servir en fidelidad hasta el martirio.
Les dejamos un enlace con las lecturas del día y un video del Evangelio.
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