El rey Ajaz no quiere pedir una señal al Señor. No lo hace por modestia o por el recto temor del Señor, sino por desconfianza: teme que el Señor no sea capaz de bendecirlos con la paz que tanto ansían. El Señor se adelanta: la paz vendrá porque el “Dios con nosotros” la portará consigo; la regalará a manos llenas a los hombres que dispongan el corazón.
¿Cuál es el hombre que se dispone a acoger el don de la Paz? “El hombre de manos inocentes y puro corazón, el que no confía en los ídolos ni jura contra el prójimo en falso”. Quizás digamos: “¡Es imposible!”
Sin embargo, con San José comprendemos que disponerse a acoger la Paz requiere comprender nuestra vida como vocación a participar del plan de Dios. Para esto, es preciso aprender con él “la obediencia de la fe”, como también dirá el Apóstol Pablo.
Llegados al último domingo del tiempo de Adviento, estamos en la capacidad de comprender que nuestra vida cristiana conlleva un compromiso eclesial al servicio de la Paz. Éste implica la renuncia a los caprichos, disgustos y rencores, y tener una disposición firme para que reine la Paz del Señor en nuestros corazones, en la comunidad eclesial y en la sociedad.
Les dejamos el enlace con las lecturas y el video con el Evangelio de este último domingo de Adviento.
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