La liturgia nos ofrece referencias continuas a la presencia de María en la etapa de las promesas. Desde la aplicación a María de la primera promesa en el paraíso, como la mujer de cuya descendencia nacerá la victoria contra el maligno (primera lectura de la fiesta de la Inmaculada, Gén 3, 9-15.20) hasta el momento culminante en el que San Mateo nos cuenta la concepción virginal de Cristo en María (Mt 1, 18-25).
Además, la Iglesia dedica a la figura de María las celebraciones de los siguientes días: el domingo cuarto, al completo; y a partir del 17 de diciembre, directa o indirectamente, aparece prácticamente en todas las celebraciones litúrgicas.
Queda por añadir la fiesta de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre, que también adquiere su significado pleno y auténtico en este marco de la espera al que fue concebido por obra del Espíritu en las purísimas entrañas de María.
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