sábado, 3 de noviembre de 2018

XXXI Domingo del Tiempo Ordinario

     Terminado el camino a Jerusalén, Jesús afronta las preguntas de los dirigentes judíos. En el Evangelio de hoy escuchamos la última. Un escriba, prendado por las respuestas anteriores de Jesús, se acerca a preguntarle con buena intención sobre cuál es el mandamiento principal. Una cuestión muy discutida en el mundo judío que distinguía entre mandamientos pesados y ligeros.
    Jesús responde con el artículo de fe esencial para todo judío, el Shemá (“Escucha”), que recoge la primera lectura (Dt 6,4-9). Esta oración diaria, afirma la unicidad de Dios y manda amarlo con todo el ser. Pero a Jesús no le basta con definir el primer mandamiento, es necesario añadir el segundo para entender la síntesis de la ley: el amor al prójimo (citando Lv 19,18).
    El escriba ensalza la sabiduría del Maestro, y retomando sus palabras comprende la novedad de su enseñanza, que no diferencia los dos mandamientos, sino que los une (“y”) en uno solo. El escriba reconoce, con la tradición profética, la supremacía del amor sobre los sacrificios y holocaustos (cf. Os 6,6).
    Jesús cierra el encuentro elogiando esta “sensata” respuesta del escriba que lo sitúa cerca del Reino. Ya conoce lo que marca la ley para llegar al Reino de Dios, sólo le falta ponerlo en práctica y seguir a quien ha hecho “cercano” el Reino (Mc 1,15), y así recorrer el camino que le queda para entrar en él.
    Jesús revela la concreción del amor a Dios y al prójimo. Confiando en Dios, que es roca, alcázar y fortaleza del creyente (Sal 17), ha hecho una entrega total de amor al Padre y al prójimo hasta dar su vida entera en sacrificio (2ª lectura). Un amor sacrificial que ha establecido de una vez y para siempre la alianza entre el Padre y la humanidad y ha instaurado el Reinado del Amor.

    Les dejamos un enlace con las lecturas y un video del Evangelio.


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