sábado, 16 de junio de 2018

XI Domingo del Tiempo Ordinario

     Las lecturas describen la fuerza del Reino de Dios. En el Evangelio, Jesús lo hace por medio de dos parábolas.
     En la primera compara el Reino con la semilla que el sembrador echa en el campo y mientras duerme va creciendo en las entrañas de la tierra, por sí sola, de manera progresiva: tallo, espiga, grano. De esta forma, Jesús señala el misterio del Reino de Dios que tiene fuerza para dar fruto en las entrañas del mundo y del corazón de todo aquel que lo acoge. Jesús invita a la confianza en el obrar providente de Dios.
     En la segunda parábola, Jesús compara el Reino con el grano de mostaza. Es la semilla más pequeña pero, sembrada, brota y se hace la más alta de las hortalizas hasta, incluso, ser morada de pájaros. Esta imagen tiene su correspondencia en la profecía de Ezequiel de la primera lectura (que continúa la precedente alegoría del águila y el cedro 17,1-10). Dios cortará una rama del cedro alto (rey de Israel desterrado), la plantará en la colina más alta de Israel y anidará a los pájaros. El profeta anuncia así el restablecimiento de la dinastía davídica después del exilio. Jesús contrapone las imágenes de grandeza del texto profético con la pequeñez del grano de mostaza, pero retoma la esencia del mensaje: Dios hace revivir los árboles secos, humilla a los soberbios y ensalza a los humildes. El Reino anunciado llega desde la sencillez y humildad, y desde ahí alcanzará dimensiones inimaginables y universales.
     El apóstol Pablo anima a perseverar caminando en la fe y la esperanza de alcanzar la meta final (el Reino), pues, como afirma el salmo, el justo crecerá como gran árbol. Vivimos con el deseo ardiente de cruzar el umbral de la muerte para vivir junto al Señor, a quien daremos cuenta de nuestra vida.

     Les dejamos el enlace con las lecturas y un video del Evangelio.


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