viernes, 23 de junio de 2017

Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús

Durante la Cuaresma compartí una reflexión sobre el Sacramento de la Reconciliación. Hoy vuelvo a ofrecerte uno de los puntos de dicha reflexión que te puede ayudar a profundizar y vivir mejor esta fiesta tan entrañable y tan importante para los cristianos.

El sacramento de la Reconciliación, fruto de la verdadera devoción al corazón de Jesús.

     Muchos son los santos, como el Padre Pío y otros tantos, que han profesado, experimentado o compartido una profunda devoción al Corazón de Jesús. De entre todos ellos, destaca sin duda, Santa Margarita María de Alacoque, con la devoción de los nueve primeros viernes. En nuestro tiempo no han dejado de surgir nuevas formas de expresar la devoción al Corazón de Cristo, como por ejemplo la devoción a la Divina Misericordia.
     Pero la verdadera devoción al Corazón de Jesús es la misma devoción de la propia Iglesia, de la cual nace todas las formas particulares de expresarla. Te ofrezco a continuación algunos textos de la Palabra de Dios que describen como es el corazón de Dios y como es su amor, que se manifestado en Jesús: 
Jn 13, 21-25: en la Última Cena, Juan el discípulo amado se inclina sobre el pecho de Jesús, característica de la misma devoción al corazón de Cristo, apoyarse y abandonarse en él, como puerta siempre abierta del corazón del Padre. Las Puertas de la Misericordia de nuestras catedrales y basílicas, la puerta de la Misericordia de Dios, el corazón de su hijo, está siempre abierta). 
Jn 19, 25-27: el amor del Corazón de Jesús no es exclusivo de una determinada religión o grupo, sino que se extiende a toda la humanidad. Cuando en la cruz entregó su madre al discípulo amado, no la llamó por su nombre María, sino que la llamó mujer, para escenificar que ya no solo le pertenecía a él como madre, sino que pertenece como madre a toda la humanidad. Desde nuestros primeros padres Adán y Eva hasta cada uno de nosotros, representada en el discípulo amado.
Jn 19, 31-34: del costado abierto de Jesús brotó agua y sangre. Su corazón es un manantial inagotable de agua viva, al que todos estamos llamados a acercarnos para calmar la sed que las cosas del mundo no consiguen apagar. El corazón abierto es la fuente del bautismo.
Lc 15, 1-32: en las parábolas de la misericordia (El hijo pródigo, La oveja perdida y La moneda perdida) encontramos dos nuevas características del amor de Dios mostrado en Jesús. Dios nos ama a cada uno de forma personal, no de forma genérica, de forma única e irrepetible. De ahí que en las parábolas se hable de uno de los hijos, una de las ovejas y una moneda. La alegría de Dios por la cercanía de cada uno de sus hijos, por su conversión, es también personal, única e irrepetible, como se expresa en las parábolas: <<Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida, preparemos un banquete de fiestas porque lo hemos encontrado>>, <<Tomo sobre sus hombros la oveja perdida e hizo una fiesta con sus vecino y conocidos por haberla encontrado, <<Compartió su alegría por haber recuperado la moneda que se le había perdido>>. El amor de Dios y su alegría por cada uno de nosotros es único, como el amor de una madre por cada uno de sus hijos. San Juan Pablo II dijo en una ocasión como forma de expresar esta realidad, que una madre no pare cinco hijos, sino que pare un hijo cinco veces.
 Hch 9: el amor del Corazón de Jesús es un amor que se preocupa por sus hermanos, por la humanidad. Cuando Saulo se encuentra con Jesús por el camino de Damasco y le pregunta que por qué lo persigue, añade <<Soy Jesús a quien tú persigues>>. Evidentemente Saulo no perseguía a Jesús, que ya había subido al cielo, sino perseguía a los cristianos, los discípulos de Jesús. Por tanto el corazón de cristo es un corazón preocupado e identificado con el corazón de las personas. 
Flp 2,5: este breve y profundo versículo de la carta de Pablo a los Filipenses, resume de forma extraordinaria cual debe ser el sentido y la finalidad de la verdadera devoción al Corazón de Jesús, tener en nosotros los mismos sentimientos que él, su misma mirada, su misma escucha, sus mismas palabras, sus mismos gestos y su mismo amor. A la hora de revisar como estamos viviendo nuestra devoción al Corazón de Cristo, este breve versículo es sin duda la mejor luz. 
Mt 25, 31-46: la verdadera devoción al Corazón de Jesús después de llevarnos a una profunda conversión, haciendo nuestra vida lo más idéntica a la suya, debe tener alguna consecuencia la contemplación y entrega a los hermanos expresada mediante las Obras de Misericordia, que enumera el Evangelio de Mateo, por medio de muchísimas otras que pueden estar a nuestro alcance para buscar siempre el bien de los hermanos, que es a fin de cuenta buscar también nuestro bien.

Demos gracias a Dios, nuestro Padre,
por el infinito amor que nos ha mostrado
en el Corazón de su Hijo Jesús.
Oh Dios Padre, Dios con corazón:
Tú has hecho visible tu amor en tu Hijo, 
hombre como nosotros excepto en el pecado,
y por medio de él te has unido a nosotros
con un vínculo de amor fiel.
Acepta nuestra acción de gracias
y ayúdanos a reflexionar sobre tu mismo amor,
para que, como tú y como tu Hijo Jesús,
no tengamos miedo de mostrar 
afecto y preocupación por nuestros hermanos
y de prestarles generoso servicio
aunque el hacerlo nos traiga inconvenientes.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor.
Amén.

Por Sofía Calderín.
Redactora de la Hoja Parroquial.

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