jueves, 27 de octubre de 2016

Noviembre, mes de la esperanza.

 
     Nos acercamos con esperanza a nuestros lugares santos, en ellos descansan en la paz nuestros seres queridos, aquellos con quienes compartimos ilusiones y esperanzas en esta vida y que en muchas tareas nos ayudaron a crecer también como cristianos.
     A propósito de la muerte, los nativos de la selva brasileña, los guaraníes, que tienen un profundo sentido de la vida y respeto por la naturaleza, explican a sus niños que la otra vida es parte de esta, y que como un río tiene dos orillas; la primera es donde nacemos, la cual según vamos creciendo vamos adentrándonos en él, nadando hacia el otro lado. A veces nos detiene en ese avanzar las dudas, los miedos, el desencanto… y corremos el riesgo de ser arrastrados por el ímpetu de la corriente, es decir, el pecado, la violencia, el odio, el egoísmo… Pero que si nos damos cuenta seguimos luchando para alcanzar el otro lado. Después de muchos años llegamos y encontramos allí a nuestros seres queridos que nos estaban alentando. En ambos lados del río Dios nos guía y nos hace ver la importancia de este tránsito, cruzando desde una orilla hacia la otra.
    Esta bonita historia, narrada aquí con brevedad, nos sitúa en unas fechas que nos lleva a la esperanza en Cristo, él nos sostiene con su brazo de amigo y nos señala el camino que lleva al Padre, donde el Espíritu Santo se preocupa en la Iglesia de darnos ánimo para llegar al Reino.

Elías F. Zait León, párroco.

Noviembre 2016.

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