sábado, 9 de abril de 2016

III Domingo de Pascua

   Celebramos el III Domingo de Pascua.
   El Evangelio nos muestra cómo Jesús Resucitado manifiesta su presencia de manera discreta, y cómo la obediencia a su palabra se convierte en el camino para reconocerle. La pesca indica la misión que la Iglesia recibe de Jesús: captar hombres para el reino; y el número de peces, la UNIVERSALIDAD: todos están llamados a formar parte de la comunidad de discípulos. La pesca milagrosa viene por la obediencia a la orden de “un desconocido”; este milagro ayuda al discípulo amado a reconocer en ese desconocido al Resucitado. Este detalle de no reconocer a Jesús es típico de las apariciones y quiere mostrar la diferencia entre el Jesús “según la carne”, fácilmente identificable, y el Cristo “según el Espíritu”, reconocible sólo por medio de la fe. Jesucristo es el que les prepara de comer en las brasas de su sufrimiento, sin embargo les pide que ellos aporten algo, porque quiere que la relación entre Él y los apóstoles sea recíproca, dándoles así la alegría y la dignidad de contribuir a esa comida. Acabada la comida, asistimos a un diálogo intenso, donde el Maestro podrá comprobar la veracidad de las palabras que Pedro le prometió en la Última Cena: “daré mi vida por ti” (Jn 13,37). La presunción y excesiva confianza dio como resultado a la triple negación, que ahora espera la triple reconciliación basada en una profesión de amor. Es la Pasión de Jesús, su triple negación y arrepentimiento lo que inicia la transformación en Pedro que responde ahora con humildad, haciendo referencia al conocimiento que Jesús tiene de él (“sabes que te quiero”), no a su propia seguridad. El amor inmenso de Jesús hacia Pedro borra toda culpa y le confía su rebaño hasta que Él vuelva. Se abrió para Pedro un camino donde, ciertamente, manifestó su amor por Jesús.
   Les dejamos el enlace de las lecturas y el video del Evangelio.

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