La manera que las personas afrontan la muerte y el modo de entenderla, ha ido cambiando a lo largo de los años. Debido esto a los movimientos culturales, sociales, económicos, religiosos… Lo único que se ha mantenido ha sido el respeto que impone. Del mismo modo el tratamiento de los cadáveres y lo que se hace con ellos ha evolucionado a lo largo de los años. Por ejemplo, los cementerios no siempre fueron como los entendemos ahora. La costumbre era enterrar a los muertos dentro de las iglesias. Y fue a partir del periodo histórico conocido como “la Ilustración” que comenzó a difundirse la necesidad de levantar cementerios alejados del templo sagrado, como medida sanitaria-higiénica (especialmente a partir de brotes de peste en territorio español). La iglesia erigida en honor del glorioso San Lorenzo, en el término denominado el Lugarejo de Gran Canaria, no fue excepción, y así consta en el valiosísimo Archivo de la parroquia amplia documentación donde se recoge esta práctica arraigada en nuestros antepasados (revelando sus inclinaciones cristianas Católicas y sus devociones en la preparación para el tránsito hacia el camino para alcanzar la presencia de Dios, nuestro Padre). La predilección general de la sepultura era cuánto más cerca del Altar Mayor mejor, y sobre todo cuando pudiera haber en sus naves imágenes o reliquias de santos que suponía una seguridad en la protección espiritual. En el concreto caso de San Lorenzo observamos varios escenarios de enterramientos, donde, por ejemplo entre 1680 y 1750, parece ser mayoritariamente elegido el lugar de enterramiento en el subterráneo de la Capilla de Nuestra Señora del Rosario. Pero también hay enterramientos en los subterráneos de la nave de San Sebastián (Donde se encuentra la familia Díaz Quintana y Lorenzo, junto a su altar mayor y junto a la pila del agua bendita de su altar, según predilección), del Altar Mayor (como la sepultura de Jerónimo de Castro delante del Altar Mayor a la mano del evangelio o bien en la Capilla Mayor), de las pilas de bautismo y del agua bendita, e incluso en la entrada principal o Puerta Mayor donde curiosamente se encuentran enterrados desde los primeros días de vida de la Iglesia dos esclavos (María Florencia y Martín) junto a otra vecina: María González, o en la puerta pequeña, como eligió la parroquiana María Suárez. La humildad preside a veces también la elección aparte de la devoción (como el caso de Gregoria Gómez viuda de Antonio García que pide ser sepultada en 1693 en “la amorosa caverna del curatísimo costado de Jesucristo”, junto al altar de San Sebastián). Y en cada nave o Capilla existen diferentes tipos de sepulturas según el valor dados a los mismos por su ubicación y el terminado de la sepultura; así algunas personas no señalan un lugar concreto, pero sí una sepultura según el valor, que en el periodo ocupado se observan de 4 reales (31,62 % de la analizadas), 6 reales (3,41 %), 8 reales (35,04 %), 10 reales (0,85%) , 11 reales (0,85%), 12 reales (0,85%), 14 reales (3,41%)(María de Campos, soltera, Sebastiana de la Nuez -en el hábito de San Francisco-, Lorenzo Sánchez y Francisca Lorenzo), 16 reales (0,85%) (Leonor Alonso, quien transmite el apellido a todos sus hijos e hijas) y 20 reales (0,85%)(Francisco Afonso en el hábito de Santo Domingo) Y estas podían están en cualquier espacio del templo incluida los nombrados anteriormente, suponiendo la del Rosario la mayoritaria. La sepultura más cara en este periodo es la de Felix de Armas, del Arco Adentro, por valor de 40 reales.
Se añade a esto la mentalidad devocional en cuanto a la mortaja con que piden cubrir sus cuerpos:
existiendo una presencia mayoritaria del Alba Blanca (a imitación de Nuestro Señor Jesucristo), elegida en el 67,5 % de los casos; y del hábito del Padre Seráfico San Francisco (para obtener obtener las gracias del mismo con su mediación), en un 25,5 %, y en mucha menor medida, al menos en el periodo de tiempo señalado, el hábito de la Orden de Santo Domingo de Guzmán, en un 7%. En este sentido hay que destacar el arraigo de la Orden Tercera en los términos de la parroquia de San Lorenzo, como se podrá observar con más claridad en un detenido estudio.
Datos curiosos del cuidado archivo: Manuel Caravallo tuvo la consideración del párroco en su entierro, quien recogió la apreciación de su pobreza ya que “vino de Lanzarote denostado por la necesidad” en una época de emigración de dicha isla por las penurias de hambrunas. O el caso de Leonor Rodríguez, viuda de Pedro Quintana que “dejó una vaca y una barrita para su entierro”, o el enigmático caso de Pedro de Acosta Navarro, vecino en el Toscón, a quien en su memoria de testamento, de 1721, le colocan en el doblez el símbolo de la Estrella de cinco puntas invertida (fue
enterrado en la Capilla del Rosario en el hábito de San Francisco)
enterrado en la Capilla del Rosario en el hábito de San Francisco)
Desconocemos el actual estado de la necrópolis subterránea de San Lorenzo, en perímetro
sagrado. Pero hacemos votos para que esta parte de la historia con su enorme riqueza y aporte para
comprender mejor la mentalidad de los que nos precedieron, no termine en unos espléndidos y
magníficos documentos custodiados con celo parroquial para bien de todos.
Por Tomás Ruano Espino.
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