Hoy contemplamos a la mujer que cambió el curso de la historia. En ella encontramos un buen ejemplo para identificar qué podemos hacer nosotros cada día. En primer lugar, saber vivir rechazando todo lo que nos separa de Dios. Eso es lo que significa ser "inmaculada", sin pecado. Porque el pecado nos separa del Señor. Cuando afirmamos que María vivió sin pecado es que nunca se separó del Padre de los cielos. Es un propósito alto, pero conlleva una alegría implícita, porque vivir con Dios es la felicidad de la persona. En segundo lugar, ofrecer nuestra vida al plan de Dios. María aceptó un plan que no era el suyo, un plan que implicaba modificar los suyos propios. ¡Cuántas veces nos cuesta abandonar lo nuestro para acoger lo que Dios pide…! En tercer lugar, vivir para ofrecer a Cristo, dando testimonio, anunciándolo, haciéndolo presente en nuestros hogares: la bendición de la mesa, los símbolos, la oración en familia, la práctica de la caridad… Nosotros reconocemos en María a la mujer que intercede ante Dios, la Madre Buena, la Virgen hermosa. Ella destaca en medio de la Iglesia y nos muestra un camino de vida sumamente exigente, pero también ilusionante: ¡podemos vivir para Dios!
Les dejamos un enlace con las lecturas y un canto a la Virgen
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